martes, enero 17, 2012


La hija del fletero, linda, infinita, volvió a Madrid donde parece que es feliz.
Ese día me mandó al descenso. Recuerdo como su mirada me volteó.
Pero dos que se quieren se dicen cualquier cosa, si pudieras recordar sin rencor.
En mi buzón hay un par de cartas suyas,fueron juntándose y no tengo el valor. Todavía su amor me da descargas, nunca tuvo el higo seco junto a mí.
Pero a los ciegos no le gustan los sordos y un corazón no se endurece porque sí.
No calentás la misma cama por dos noches, me reclamaba, y no la quise oír. Hice de todo por impresionarla y dejé huérfano todo su penar.
No me gustó como nos despedimos, daban sus labios rocío y no bebí. Sopa de almejas es todo lo que como. Siempre fui menos que mi reputación.

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